lunes, 7 de marzo de 2011

Buenos aires, sexo en Nueva... Numancia y made in China

A veces dos horas y media no dan para nada, apenas para echar una siestecia o matar el tiempo viendo como se pegan en la tele, pero otras veces, dos horas y media dan para mucho. Ha sido el caso de la clase de hoy. Ejercicios en colchoneta y cuidados en el primer mes del bebé. Vayamos por partes.

Nada más llegar a clase he preguntado por una compañera a la que hace un par de semanas que no veo. La última vez, estaba de 40 semanas, y recuerdo cómo dejaba descansar su enorme barriga sobre la silla. Hoy nos ha comentado otra de las compañeras que había dado a luz en casa. Parece ser que empezó con contracciones, se dio una ducha para irse al hospital, y al salir de la ducha notó que su nena asomaba estrepitosamente por su entrepierna.

Una llamada al 112 sirvió para que su marido se convirtiera gracias al gran descubrimiento de Bell en matrona improvisada. Casi 4 kilos de chiquilla y ninguna complicación. A mí se me han puesto los pelos como escarpias, y a Jose los güevos de corbata de imaginar una situación parecida. Pero no deja de ser alentador que ocurran cosas así. Estos dias he visto en la caja tonta en varias ocasiones, el caso de una señora que ha dado a luz en su propio coche mientras iba camino del hospital. Suerte que un ginecólogo les acompañara, pero produce escalofrios ver esa imagen que el padre de la criatura grababa mientras su señora se retorcia de dolor en el asiento trasero de un turismo. Entre salir corriendo por la otra puerta y grabar un video con el móvil hay un término medio.

Al rato nos ha contado la matrona que otra de las compañeras ha dado a luz sin epidural a pesar de ser un parto inducido y  sobre una silla de parto, que es lo más parecido a un orinal, y que todo había salido a pedir de boca., Estas cosas animan mucho, especialmente hoy, que te tenido algo parecido a un ataque de pánico. Vamos "cayendo" como moscas ¿quién será la próxima?

Noto que nos miramos de reojo, nos vemos más gordas, más torpes, más lentas... pero a pesar de la ilusión y las ganas de ver a nuestros bebés, no veo que ninguna tenga prisa porque llegue el momeno.

Una vez compartidos estos "ecos de sociedad", nos hemos descalzado y hemos empezado a hacer ejercicios sobre la colchoneta. Esta vez, no he tenido que compartirla con nadie. Y Jose tampoco, faltaría más.

Al simular un pujo, expulsando todo el aire y ejerciendo presión sobre el abdomen, a una de las compañeras se le ha escapado un enorme pedo-carambola. Un pedo de esos que nacen con cierta timidez para acabar haciendo una pirueta sonora digna de una partitura. Sólo cuando me he asegurado de que no hábía sido Jose es cuando se me ha escapado una carcajada. La pobre, como es natural, se ha puesto roja como un tomate, pero un tomate de los de antes, ahora se llevan más los verdes y los marrones, pero toda su cara era un tomate de pera. Ha pedido perdón, y la clase ha continuado como si nada, pero justo en ese momento he pensado "esto tengo que escribirlo en mi blog". Dicho y hecho.

A partir de ese momento, nada ha sido igual. Los siguientes minutos de pujos simulados y jadeos he estado más pendiente de contraer mi esfínter que de hacer lo que la matrona nos iba diciendo. Porque la tipa en cuestión se ha puesto roja, pero a mí me pasa y me pongo... de parto! Dios que vergüenza!

El ejercicio de los jadeos es tremendo. Yo siempre he pensado que eran más exagerados, algo quizás, más parecido a esos otros que produce la embestida de una buena polla en pleno fragor de la batalla, pero no. Estos jadeos que nos aconsejan en caso de necesidad, consisten en simular que absorvemos un spaguetti con la comisura de los labios, y vamos tragando poco a poco.. que también tiene su rollo y su morbo... pero no creo yo abierta de par en par sobre la cama del paritorio se me ocurra confundir las churras con las merinas y los spaguettis con un buen penne rigate.

Dice la matrona que lo hago muy bien. "Muy bien, chiqui, ahí, con un par de ovarios"... admito que lo de chiqui no me hace ni puta gracia, y menos aún notar cómo me hundía la uña de su dedo sobre la barriga, pero mola que te digan así, aunque sólo sea para animarte. En otro ejercicio, cuando hacíamos estiramientos de gato al más puro estilo Karmele, se me ha acercado y ha dicho en alto "qué dominio del cuerpo"... y claro, ahí ya me he sentido casi olímpica, a punto de imaginarme con una corona de laurel recibiendo medalla de oro... siempre he sido elástica y flexible, difícil de imaginar entre tanta lorza... pero es así.

Otro de los momentazos de la tarde, ha sido cuando una de las mamás ha preguntado, ya entrados en calor, si estando embarazada las bolas chinas son perjudiciales... la respuesta de Pilar, la matrona, no se ha hecho esperar: "mujer, ni perjudiciales ni beneficiosas, más que nada, porque la vagina se ensancha tanto que igual que te las pones se te caen"... Esto me ha tranquilzado bastante, la verdad, no porque tuviera pensado introducirme bolas, sino porque corrobora algo que vengo observando de un tiempo a esta parte...

He tenido la sensación que más que satisfacer su curiosidad, lo que quería era presumir de modern talking diciendo que se las había regalado su marido para San Valentín -que no he visto regalo menos romántico- ni veo necesidad de que lo cuente en mitad de una clase de preparación al parto, pero como hay gente para todo, ya el tema se ha animado, y otra nos ha ilustrado sobre anillos vibradores... tanto énfasis le ponían las dos al asunto que pareciera que se han quedado preñadas por obra y gracia de un hermoso dildo, ay que joderse... nunca mejor dicho...

Ha habido un momento que he tenido que sentarme en la colchoneta y beberme mi botellita de agua, porque entre la calefacción  a toda pastilla y el calentamiento global me estaba poniendo mala, pero mala de revuelta al borde de la naúsea, tanta gilipollez en tan poco tiempo no ha tardado en hacerme efecto... un beso de mi chico, casi siempre, produce el efecto deseado, y en esta ocasión, no iba a ser menos.

El resto de la clase, la ha impartido una enfermera de pediatría con un precioso bebé de plástico enseñándonos cómo se le cura el ombligo, la bilirrubina, de qué color deben ser las cacas y esas dudas típicas de los primeros dias... y al salir de clase, una maletita de regalo con muestras de cremas, un pañal y decenas de ofertas de suscripciones a revistas en las que el chulazo más mayor no pasa de los dos años... todo llegará... pero de momento, sigo siendo fiel al ¡Hola!

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