martes, 31 de agosto de 2010

Por delante y por detrás

Anoche tumbada en el sofá y mientras el Atleti linchaba al Sporting, tuve una sensación extraña, como si me estuvieran inflando un balón de playa de Nivea en la tripa; por un momento me sentí como quienes se meten el balón intragástrico para dejar de comer, y lo único que dejan es un buen puñado de euros en la clínica de rigor, porque el hambre es persistente y siempre que se marcha lo hace con intención de volver.




Llevaría un par de horas durmiendo cuando sentí como el balón pinchaba, vamos si pinchaba, que tuve que salir escopetada al baño porque me vaciaba por completo.


Se convirtió en romería nocturna de San Toilette esta diarrea inesperada y desbordante que hasta tiempo me dio en la soledad del trono de loza sanitaria a hojear unos comic de Mortadelo. Un horror.

Venía esta mañana de camino a la ofi con la parafernalia propia de estos estados sumamente embarazosos: unas toallitas húmedas por posibles desavenencias en la retaguardia, y una bolsa de plástico hermosa por si el traqueteo del coche provocaba el fatal desenlace del filetito de ternera que me cené ayer.


He bajado del coche como si hubiera quedado segunda dama de honor de Miss embarazo chungo, y he conseguido salvar la mañana con una manzanilla a sorbos y cuatro galletitas, pero no las tengo todas conmigo…

lunes, 30 de agosto de 2010

Caracoles con tomate

Persiste la angustia, que se expande como la lava de un volcán y va tomando distintas formas. Paso de la angustia propia de la náusea a la angustia insobornable de la incertidumbre: cómo será, llorará mucho, a qué hora abren los colegios, me crecerán más las tetas… y tantas cuestiones tan cercanas al ridículo que empiezo a tomarme en serio mi desquiciamiento hormonal.



Para estas cosas, y para muchas otras, los hombres son distintos, relativizan hasta el punto de restarle importancia a todo, que tampoco es normal, pero les hace más llevadera la situación, o por el contrario, cuando hablamos de cosas sencillas por habituales, tienen una tendencia natural a hacer un mundo de la nada.


Esta fue parte de la conversación que un recién estrenado padre y Jose tuvieron ayer:


- …Nada, tío, que me alegro un montón, ya verás como mola


-  Qué cabrón, oye tío, tu niño es igual que tú, pero en guapo… Lo que me extraña es que no se llame José María


- Oye tronco, tengo que darte un consejo muy muy importante, si no lo tienes en cuenta estás perdido


- Dime


- Unos caracoles con tomate son un antojo, un croissant a las cuatro de la mañana es hambre, que se levante ella…


Y siguieron hablando como hablan entre amigotes de temas tan trascendentales y profundos como el traspaso de Guti o la victoria del Atleti en Mónaco


Tiene su gracia el razonamiento, que las hay muy paponas y aprovechan la situación para hacer de sus contrarios unos auténticos esclavos, pero no es mi caso. Más bien al contrario.
En honor a la verdad, Jose siempre ha sido atento y solícito conmigo, y como era de esperar ahora no lo iba a ser menos, así que por el momento, puede estar tranquilo...


Esto de los antojos, yo creo, es una consigna entre embarazadas, un invento para sacar un mínimo beneficio en las atenciones de nuestros respectivos, es más, intuyo que mis antojos, de haberlos no serán de llevarse a la boca...


Se acaba de despertar Jose y me pregunta que si estoy bien.

- Si cariño, estoy bien...
- Qué guay, pues voy a bajar al "chino" que estoy de antojo


No, si lo que yo te digo...


jueves, 26 de agosto de 2010

Estamos en estado (de shock)

Llevaba varios días con esa sensación terrible de que en cinco minutos me bajaría la regla, con un sueño a la altura de mis habituales madrugones, con un dolor de tetas de tres pares de cojones, y hasta ahí, aguantando el tirón pensando que sería otro de mis desarreglos tan frecuentes desde el día "C", pero lo que colmó el vaso de mi mosqueo relativo, fue esa arcada brusca en mitad de la conversación con un cliente a la que prosiguió una carrera digna de 100 metros lisos camino del baño.


La angustia es angustiosa.


Decidí salir de la duda cuando llegara Jose, pero la duda adquirió tales dimensiones que a las 17'28 me planté en la puerta de la farmacia y esperé impaciente los dos minutos que tardó May en subir el cierre... algo menos tardé yo desde la puerta de la farmacia hasta mi cuarto de baño, que si llego a tardar un poco más tengo que colocarme el predictor en mitad de la calle porque se me escaba el pis a chorro vivo del ansia, vamos que si se me escapaba que dejé pringando entero el plastiquito y no había terminado de poner el capuchón al artefacto cuando atravesarón dos rayas la ventana con forma de corazón, y la otra, que es menos romántica, pero casi más efectiva.


Tuve en ese momento la sensación de que no se puede estar más acompañada estando tan sola como estaba, y lloré de miedo y de ilusión pero sobre todo de lo alucinante que es que un palillo te diga lo que quieres oir cuando más lo necesitas. Es flipante.


Seguí flipando cuando llamé a Jose y nada más decírselo entre sollozos y risas me soltó
- Me voy para allá.
- ¿Qué qué? No cariño, tu sales a tu hora
- ¿Pero estás bien?
- Vamos a ver Jose, que no estoy enferma
- ¿Y qué vas a hacer ahora?
- Pues hijo, voy al Dia, que hay que comprar algunas cosas...
- De eso nada, tu no vas sola
- No, si quieres llevo escolta...


En fin... una conversación gilipollesca e hilarante, propia de un momento de alucinación brutal.


Esta mañana he ido al médico con mi cacharrito y me han dado citas a tutiplén con profesionales varios de la obstetricia, que supongo que es lo más cansino del embarazo


Por lo demás, la familia está revolucionada, yo algo más tranquila, y perra, perrísima... no me levanto del sofá nada más que para hacer pipí, que es cada 10 minutos... en fin...