martes, 31 de agosto de 2010

Por delante y por detrás

Anoche tumbada en el sofá y mientras el Atleti linchaba al Sporting, tuve una sensación extraña, como si me estuvieran inflando un balón de playa de Nivea en la tripa; por un momento me sentí como quienes se meten el balón intragástrico para dejar de comer, y lo único que dejan es un buen puñado de euros en la clínica de rigor, porque el hambre es persistente y siempre que se marcha lo hace con intención de volver.




Llevaría un par de horas durmiendo cuando sentí como el balón pinchaba, vamos si pinchaba, que tuve que salir escopetada al baño porque me vaciaba por completo.


Se convirtió en romería nocturna de San Toilette esta diarrea inesperada y desbordante que hasta tiempo me dio en la soledad del trono de loza sanitaria a hojear unos comic de Mortadelo. Un horror.

Venía esta mañana de camino a la ofi con la parafernalia propia de estos estados sumamente embarazosos: unas toallitas húmedas por posibles desavenencias en la retaguardia, y una bolsa de plástico hermosa por si el traqueteo del coche provocaba el fatal desenlace del filetito de ternera que me cené ayer.


He bajado del coche como si hubiera quedado segunda dama de honor de Miss embarazo chungo, y he conseguido salvar la mañana con una manzanilla a sorbos y cuatro galletitas, pero no las tengo todas conmigo…

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