martes, 7 de septiembre de 2010

CeroLomo

La toxoplasmosis, esconde detrás de ese nombre endemoniado, el mal menor de renunciar a unas lonchitas de jamón, un buen surtido de ibéricos, o un filete vivo, como esos a los que acostumbra mi chico. No creo que me suponga un esfuerzo titánico, siendo como soy, mujer de queso.


Suena raro eso de mujer de queso hasta el punto que pareciera que soy un triángulo gigante y amarillento con agujeros por todas partes como esas porciones deliciosas de quesos holandeses que muestran las vitrinas de la mantequería de ElCorteInglés.


Queda claro, por tanto, que me refiero a mi predilección por el queso por encima del jamón y demás chacinas. Aunque en honor a la verdad, mato por un buen lomo embuchado como esos que me manda de ciento a viento mi querido Pedro.


Lo que me tiene asombradísima es la alucinante expansión de mis glándulas olfativas, al punto de sentirme triple perra: por vocación, por el cansancio, y por la rapidez con que detecto olores casi inadvertidos para el resto. A lo largo del día, me siento como Grenouille, el protagonista de El Perfume, salvando las distancias, claro.


Cada día descubro nuevas sensaciones, que ya no me parecen tan extrañas, lo que defino como un paso gigante en mi escalada hacia el Instinto Maternal. Hasta ahora yo era más de otros instintos más básicos, hablando de sexo, ¿qué es eso?


Tengo pendiente la ardua tarea de convencer a mi chico de que echar un polvito/polvazo no es perjudicial para el guisante, que consultado con madres recién estrenadas, parece ser que es comportamiento habitual en nuestros machos fecundadores  tras conocer la noticia. Dicho lo cual, anuncio públicamentge que quiero lomo, salami, pinchito, porque sé que hay manjares libres de toxoplasmosis capaces de recuperar placeres casi olvidados.

1 comentario:

  1. jamon puedes comer si lo congelas 24 horas.Por si algun dia te apetece

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