sábado, 4 de septiembre de 2010

Lo que necesita... es amor

Estoy harta de que se imponga un arquetipo para cada situación y de que el hecho de quedarse embarazada suponga una actitud determinada, que hoy por hoy, no tengo.

Hablo de libros que enseñan a ser madres, de centros comerciales dedicados en exclusiva al mundo del bebé, de cambios tan radicales después del nacimiento que impiden ver la tele, hacer el amor, tomar un café con las amigas o limpiar el baño.  No es ese el concepto que tengo de ser mamá.

Tengo la sensación de ser cuestionada por mi actitud, tan lejana a la de esas otras mujeres que parece que  nacen con el instinto maternal como un órgano más en el diminuto cuerpecito de una niña. No creo que tenga pedir disculpas por ello, pero ni he hablado con "mi guisante", ni me llama la atención comprar ropita ahora, ni me interesan los libros con fotos de fetos y consejos para averiguar el significado del llanto.

Ahora pienso en seguir las indicaciones de los médicos, en aprender a reconocerme distinta por momentos, en imaginar a quién se parecerá, en rezar -a mi manera- para que no me duelan las muelas ahora que un medicamento es el peor enemigo de mi cuerpo,  y en vivir la vida de la misma forma que lo he hecho hasta ahora.

Y no, no se me pasa por la cabeza -ni en sueños- convertir mi casa en un parque temático infantil. He sido tan feliz en mi infancia que si sueño con algo es con poder criar a mi bebé como me han criado a mí: con amor, respeto, y tonterias, las justas.

He tenido un mal momento pensando en que pueda parecer egoista e insensible, pero no lo soy. Quizás ocurra que hay demasiadas mujeres que por una infancia no feliz, por alguna frustración, por propio deseo o porque es lo que se impone, en su afán de darles lo mejor a sus bebés, piensan que lo mejor es lo material en abudancia.

Yo no pienso así.

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