martes, 1 de febrero de 2011

Ay dios mio!

De revolcones como los del último -y maravilloso- anuncio de Ikea vienen sensaciones como las que tengo ahora. Es difícil cuando se tiene una vida sexual más o menos activa situar en la memoria ese momento en el que se produjo el milagro, más aún cuando este coincidió con el Mundial de Fútbol, durante el cual no había macho que se preciara con ganas de celebrar la posibilidad de que España alzara la copa, como así fue.


Pero lo ponen aún más difícil los médicos, que agarran su rueda de cartón como quien consulta el oráculo, y juegan a adivinar la fecha de la última regla porque parecen fiarse muy poco de la fecha que tu recuerdas y más asombroso aún es que con el mismo cartoncillo circular intenten averiguar una posible fecha de parto. Yo advierto que mi intuición me dice que será entre el 8 y el 10 de abril, veremos quien gana la apuesta.


Conforme escribo siento como Marco campa a sus anchas por mis entrañas, es una sensación que me alucina, a veces incluso me inquieta.


Ayer estuvimos de nuevo en clase de preparación al parto, cuyo tema principal giró en torno a la familia. Esta vez no hubo ejercicios de relajación, ni falta que hizo, porque al entrar de los primeros, mi amor se encargó de colocar las sillas cerca del radiador y del poyete de una ventana que hizo las veces de pseudoalmohada para descanso y acomodo del padre de mi niño inquieto. Se notaba que estaba a gusto, si hasta hubo un momento en el que me miró, sonrió, y gesticuló es semiplayback: AL-BON-DI-GAS, con la cabeza más en las peloticas que habían quedado en la cazuela después de comer, que en el papeleo necesario para pedir plaza en una guardería.


Ayer, decía, la clase me recordó a las de catequesis, lo que viene siendo abrazafaroleo puro y duro... y a mí, cuando todo es tan guay me da por imaginarme que en mitad del discurso comeollas va a aparecer un hippy pollón con pantalones de campana y foulard morado guitarra en mano entonando "tomados de la mano de Jesús yo voy..." y fue exactamente lo que ocurrío. Me pasé todo el tiempo esperando que hiciera acto de aparición un sucedáneo urbano y arrabalero de Jesucristo Superstar, y ni que decir tiene, que me quedé con las ganas.


Es infumable que casi una veintena de preñadas dispuestas en semicírculo en sillas verdes como de colegio público digamos en voz alta sosteniendo una bola de plástico gigante en las manos, qué nos ha parecido la clase, como si de una terapia de alcohólicos anónimos se tratase, contando cual es el recuerdo que tienen del último lingotazo que se metieron p'al cuerpo.


La próxima clase trata de los síntomas que nos avisan de que llega el momento... qué llevar.. ¿y si ocurre en casa?.


Ay que ver lo que da de sí un ay dios mio!

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